Edith Hincley Quimby, pionera de la Radiofísica Hospitalaria

kzkEn múltiples ocasiones he manifestado mi admiración por la excelente labor divulgativa que llevan a cabo los editores del Cuaderno de Cultura Científica, César Tomé y de Juan Ignacio Pérez.  Hoy tengo el gran honor de publicar en sus páginas como colaboradora de Naukas y, como podéis imaginar, me siento inmensamente agradecida de que me hayan dado esta oportunidad.

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A todos los investigadores cuyo trabajo y esfuerzo diario mejora nuestra calidad de vida.

Edith Hinckley Quimby fue pionera en el uso de elementos radiactivos en medicina y en el desarrollo de la protección frente a los efectos nocivos de la radiación, en el campo de la física médica.

Nació en Rockford, Illinois, en 1891. Tras varias mudanzas, la familia se estableció en Idaho, donde asistió a la Boise High School. En aquellos años, tanto su padre como sus profesores B. H. Brown y Walter Bratton, fomentaron su capacidad para hacerse preguntas sobre el mundo que la rodeaba y le enseñaron a buscar sus propias respuestas en los libros y en el laboratorio. Gracias a sus excelentes calificaciones recibió una beca para cursar todos sus estudios en el Whitman College de Walla Walla, donde se licenció en matemáticas y física. Antes de proseguir con su formación, ejerció de profesora de ciencias durante dos años en Nyssa. Finalmente, en 1914 y gracias a una beca de investigación, pudo ingresar en la Universidad de California en Berkeley. Allí contrajo matrimonio con su compañero de estudios Shirley Leon Quimby y, en 1916, obtuvo su máster en Física.

Su marido, Shirley, enseñaba en el instituto de Antioquía y, cuando en 1918 tuvo que alistarse en la marina,  Edith le sustituyó. En 1919, aceptó una plaza de profesora en la Universidad de Columbia que le permitió iniciar su doctorado en física. El sueldo no era suficiente para vivir en Nueva York así que tuvo que buscar trabajo. Gracias a algunos contactos de su departamento, consiguió un puesto temporal como ayudante en el primer laboratorio dedicado a las aplicaciones médicas de la radiación que el físico Gioacchino Failla había establecido en el Memorial Hospital. En un principio, Failla confesó que nunca hubiese imaginado contar con una mujer como asistente pero estuvo dispuesto a probarlo durante seis meses. La colaboración mutua acabaría prolongándose por un periodo ligeramente superior, cuarenta años, y daría lugar a avances fundamentales en la investigación sobre los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes (radiaciones con energía suficiente para ionizar un átomo).

Es importante señalar, que, una vez descubiertos los rayos X por Wilhelm Conrad Röntgen en 1895,  enseguida se percibieron sus posibilidades diagnósticas y terapéuticas. Hacia 1905 el radiólogo Jean Bergonié y el histólogo Louis Tribondeau elaboraron el primer estudio riguroso sobre los efectos biológicos de los rayos X y mostraron que las células cancerígenas son más sensibles a esta radiación que las sanas. Por lo que se refiere al radio, elemento radiactivo que, como tal, se desintegra para evolucionar a una  configuración de mayor estabilidad, los médicos alemanes O. Walkhof y F. Giesel observaron que la radiación que generaba actuaba sobre la piel de forma análoga a los rayos X. Así pues, en 1919, estaba bastante extendido el uso del radio para tratar el cáncer. El problema es que el campo de la Radiofísica Hospitalaria no existía y no se disponía de técnicas estándar o reguladas. Las agujas de radio se aplicaban a los tumores de manera improvisada, sin certeza alguna de que el tumor recibiese la exposición requerida. A este respecto, el trabajo de Edith fue crucial, ya que consistió en establecer el método más eficaz y seguro de usar los nuevos radioisótopos (formas de un mismo elemento que poseen un núcleo inestable) para luchar contra las enfermedades como el cáncer.

Antiguo equipo de radioterapia externa.

Antiguo equipo de radioterapia externa.

Edith determinó la cantidad de radiación emitida por los rayos X y el radio y estableció, por vez primera, los niveles de radiación que el cuerpo humano puede tolerar. A partir del estudio de  la penetración de las diversas formas de radiación, corpuscular o electromagnética, en la materia viva, determinó la dosificación exacta que podía aplicarse a un paciente para minimizar los efectos biológicos sobre los órganos y tejidos sanos («The Specification of Dosage in Radium TherapyAmerican Journal of Roentgenology). Sus investigaciones proporcionaron a los médicos las primeras directrices prácticas en el uso de la radiación con fines terapéuticos.

Investigó las diferentes dosis de radiación beta y gamma requeridas para producir efectos biológicos y enfermedades dermatológicas, en especial eritemas (enrojecimiento de la piel). En base a los resultados de estos experimentos, calculó y definió el concepto de efectividad biológica relativa de la radiación (EBR), que todavía es empleado y aplicado por los radiobiólogos y que sirvió como base para determinar el factor de calidad que se usa para convertir la dosis absorbida (energía absorbida dividida por la masa irradiada) a una dosis equivalente que tiene en cuenta el tipo de radiación.

La braquiterapia es la modalidad de la radioterapia en la que la fuente radiactiva esta insertada, en contacto o en alguna cavidad del paciente. Lo dice la propia palabra, “braqui” proviene del griego y significa cercano o próximo. En esta especialidad, Quimby fue una de las primeras personas en determinar la distribución de la cantidad de radiación que recibe el tejido en función de las diversas disposiciones de las agujas de radio. Las técnicas para la elección de la agrupación de agujas más eficaz, que se describieron en el año 1932, tuvieron gran aceptación y fueron ampliamente adoptadas en los Estados Unidos. Además se consideran precursoras de las empleadas en la actualidad.

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Acerca de Laura Morrón Ruiz de Gordejuela

Licenciada en Física por la Universidad de Barcelona y máster en Ingeniería y Gestión de las energías renovables por IL3. Tras desempeñar su labor profesional durante diez años en el campo de la protección radiológica, tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en Next Door Publishers, donde, como editora, puede aunar su pasión por la divulgación científica y los libros. Aparte de esta labor, desde 2013, ejerce de divulgadora científica en el blog «Los Mundos de Brana» —premiado en la VI edición del Concurso de Divulgación Científica del CPAN— y en las plataformas «Naukas» y «Hablando de Ciencia». Ha colaborado en los blogs «Cuentos Cuánticos» y «Desayuno con fotones» y en los podcasts de ciencia «La Buhardilla 2.0», «Crecer soñando ciencia» y «Pa ciència, la nostra». Es integrante del Grupo Especializado de Mujeres en la Física de la Real Sociedad Española de Física (GEMF), la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), El Legado de las Mujeres y la ADCMurcia. En 2015 fue galardonada con el premio Tesla de divulgación científica de «Naukas». Es autora del libro «A hombros de gigantas».
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