Misión: Entrevista a Irène Joliot-Curie

Esta entrevista es una tarea de la asignatura Científicas de ayer y hoy que imparte Marta Macho en el Máster de Cultura Científica de la UPNA y la UPV/EHU. Gracias a esta asignatura estoy saliendo de mi zona de confort y probando nuevas formas de hablar de las referentes de la ciencia, lo que estimula mi creatividad y me hace disfrutar muchísimo. Os recomiendo que la curséis ya que dan la oportunidad de hacerlo de forma independiente. Aunque, si podéis, os recomendaría hacer todo el máster.

Sala CURIE de TIME TRAVELS

Carlota, Marina y Roberto antes de viajar en el tiempo. Creado con sp-studio.de

MARINA: ¿Preparados?

CARLOTA: Sí.

ROBERTO: Claro, me he documentado en profundidad sobre Marie.

C: Me alegro, espero que también lo hayas hecho sobre Irène, que es a quien vamos a entrevistar.

R: ¿A Irène?

C: ¿De verdad superaste el proceso?

R: Estaba tan nervioso con lo del viaje en el tiempo que escuché Curie y di por supuesto que se trataba de Maria Sklodowska.

M: A ver, vamos a tranquilizarnos. Roberto, tú puedes hacerle las preguntas relacionadas con su madre. Repasemos las normas.

C: Ya las recordamos: no podemos comunicarle nada del futuro, ni hacer nada que pueda alterarlo.

M: Debemos actuar con mucha corrección y hacerle preguntas interesantes. Leí en una entrevista a su hija Hélène en el blog Mujeres con ciencia, que, cuando dejaba de interesarle una reunión, se iba sin mediar palabra.

R: Se despedía “a la francesa”.

C: Qué don para el humor.

SUPERAGENTE 86: Jóvenes ya podéis entrar en la cámara, se producirá un fogonazo que durará unos segundos. Cuando se apague el resplandor luminoso, salid y alguien os estará esperando para conduciros con Irène Curie. Ella espera a unos jóvenes interesados en sus investigaciones.

M: ¡Qué emoción!, no puedo creer que esté viajando en el tiempo.

C: Qué luz más desagradable, ya podrían mejorar algo la técnica.

R: ¿Estoy muerto? ¿Ha salido mal? He visto la luz, no una luz normal, la luz.

C: No… levanta, ¿a ti qué te pasa?

M: ¿Podéis centraros en lo que vamos a hacer? Si no superamos la prueba, nunca podremos ser agentes del tiempo. Venga, tenemos que ir a la dirección indicada.

Casa del matrimonio JOLIOT-CURIE

Carlota, Marina y Roberto preparados para la entrevista. Creado con sp-studio.de

AGENTE 314 (con atuendo de mayordoma): ¿Preparados? Espero que seáis conscientes del privilegio que supone poder hacer esta entrevista. Sois las personas más jóvenes que han viajado en el tiempo. Respetad las normas o tendremos que cancelar el ejercicio. Podéis esperar en el salón, la señora Joliot-Curie vendrá enseguida.

(Se abre la puerta y entra en los aposentos Irène Curie).

IRÈNE CURIE: ¿Empezamos?

M: Buenas tardes, Sra. Joliot-Curie. Roberto, Carlota y yo estamos muy interesados en su carrera investigadora. Gracias por atendernos.

I: Un placer. Podéis llamarme Irène.

C: Buenas tardes, Irène, ¿cuándo descubrió su pasión por la ciencia?, ¿influyó el hecho de que su madre fuera Marie Curie?

I: Desde pequeña, me sentí atraída por la ciencia y tanto mi madre, como mi padre y mi abuelo Eugène, me transmitieron que era apasionante y divertida. Ese mismo sentimiento es el que Frédéric y yo hemos trasladado a nuestros hijos. Mis padres nunca me condicionaron para que fuera científica, de hecho, mi hermana Eve no lo es, pero sí me mostraron lo bien que lo pasaban investigando. Yo disfrutaba resolviendo problemas matemáticos, tanto es así, que mi madre me mandaba algunos ejercicios en las cartas que intercambiábamos cuando estaba fuera.

M: Ha nombrado a su abuelo, tengo entendido que tuvo algo que ver con los inicios, digamos poco ortodoxos, de su educación.

I: Mi abuelo vino a vivir a casa cuando yo apenas tenía unas semanas. Mi abuela había fallecido y mi madre iniciaba su investigación doctoral sobre radioactividad. Así que fue mi abuelo quien me cuidó y quien me contagió su fascinación por la historia natural y la botánica con sus entretenidas explicaciones. Era un idealista y un acérrimo defensor de la doctrina republicana.

Por lo que se refiere a la educación “poco ortodoxa” sobre la que preguntas, en la familia Curie ya había una tradición de educar en casa a los hijos para escapar de la ortodoxia académica y de la influencia clerical católica. Mi abuelo educó a mi padre y a mi tío en casa con la ayuda de un amigo. Por eso, tras la muerte de mi padre en 1906, mi abuelo y mi madre decidieron crear la Cooperativa, en la que un grupo de notables científicos se turnaban para educar a sus hijas e hijos. El proyecto lo alimentó el espíritu revolucionario de mi abuelo y terminó con su muerte en 1910.

R: He leído en una entrevista que le hicieron a su hija hará unos diez años el duro golpe que supuso para Marie la muerte de Pierre y como se convirtió en una persona solitaria que se aislaba del mundo en el laboratorio. ¿Cómo lo vivió usted?

I: ¿En una entrevista a mi hija? ¿En el colegio?

M: Se habrá confundido, lo ha debido de leer en la biografía que escribió su hermana.

I: Sí, supongo. La muerte de mi padre fue una tragedia. Tanto Eve como yo lo sobrellevamos gracias a mi abuelo. A pesar de su propio dolor, se dedicó a nosotras por completo. Nos llevaba de excursión como había hecho con sus hijos y, lo más importante, se saltaba la restricción de Marie y nos hablaba de nuestro padre.

C: ¿No podían hablar en casa de Pierre?

I: No, para mi madre era muy doloroso. Pero mi abuelo no quería que su hijo se convirtiera en un fantasma y nos explicaba anécdotas y vivencias de su infancia y nos describía su carácter. Decía que mi padre y yo teníamos un temperamento muy parecido.

M: En cuanto a su formación, ¿cómo evolucionó después de finalizar la experiencia en la Cooperativa?

I: Fui al instituto de enseñanza de Sevigné y aprobé la primera etapa de bachillerato a los catorce. Después me matriculé en la Sorbona para estudiar Física y Matemáticas y dos años más tarde estalló la Primera Guerra Mundial.

R: Marie Curie desplegó una flota de sesenta unidades portátiles de rayos X en el frente que lograron salvar muchas vidas. Tengo entendido que, a pesar de su juventud, usted se unió a ella y tuvo un papel muy relevante.

I: En una de las cartas que intercambiaba con mi madre, le dije que necesitaba ayudar, que no podía esperar sin hacer nada conociendo la situación. Así que al final accedió a que me reuniese con ella. Había hecho un curso de enfermería y, en pocos meses, me dejó a cargo de una instalación radiológica de campaña en Hoogstade. Allí me encargaba de radiografiar a los heridos y, mediante un cálculo geométrico, indicaba al cirujano la localización de las balas y la metralla. Cumplí la mayoría de edad formando a enfermeras para que ocuparan mi lugar cuando me trasladara a otra posición del campo de batalla. El siguiente destino fue Amiens, donde aprendí de forma autodidacta a reparar las pequeñas Curie. Disfrutaba haciéndolo, siempre me han gustado los trabajos manuales. Regresé a París en 1916 para impartir un curso de rayos X en el nuevo Hospital Eith Cavell.

M: ¿Y qué pasó con sus estudios en la Sorbona?

I: Me licencié con matrícula de honor en Matemáticas y Física y, en 1920, entré a trabajar como ayudante en el laboratorio Curie del Instituto del Radio de la Universidad de París que estaba dedicado a las investigaciones y enseñanza de la radiactividad. Allí basé mi tesis doctoral, dirigida por Paul Langevin, en el estudio de las partículas alfa (núcleos de helio-4) emitidas por una fuente de polonio y la presenté en 1925.

M:Recherches sur les rayons alfa du polonium, oscillation de parcours, vitesse d’émission, pouvoir ionisant.”

I: Sí, ese era el título.

R:  Bueno, creo que ha llegado el momento de hablar de la apasionada historia de amor que vivió con Frédéric.

I: Que vivo.

M: Que vive.

(Se escucha la vibración de un móvil)

M: Tengo entendido que Frédéric Joliot entró al laboratorio Curie por la recomendación de Paul Langevin…

I: Perdón, Roberto, no sé si eres consciente de que te está vibrando una pierna. 

R: Emmm, sí, no es nada… enseguida se pasa… ¿ve? ya ha parado.

AGENTE 314 (sigue con atuendo de mayordoma): Disculpe, señora. Ya está aquí.

I: Si me disculpáis un momento.

Recibidor de la casa de los Joliot-Curie

Irène y Frédéric en el recibidor de su casa. Creado con sp-studio.de

FRÉDÉRIC JOLIOT: Hola, ¿cómo va la entrevista?, ¿demasiado aburrida para ti?

I: No, lo cierto es que están resultando unos jóvenes bastante… peculiares.

F: ¿En qué sentido?

I: A uno de ellos le acaba de vibrar algo en la pierna y se ha puesto pálido.

F: Madre mía, Irène, al chico le dan espasmos y se queda lívido y ¿no llamas al médico?

I: No le daban espasmos, era como si llevase un motor en el bolsillo, algo muy raro. ¿Por qué no entras? Justo me estaban preguntando por nuestra “apasionada historia de amor”.

F: Jajajajaja, me hubiera gustado verte la cara mientras lo decían. Sabes que han venido a entrevistarte a ti, los jóvenes y sobre todo las jóvenes necesitan científicas referentes que les recuerden que las mujeres podéis aspirar a lo que queráis, mujeres en las que reflejarse.

I: Sí, pero también necesitan referentes masculinos que vivan en igualdad y defiendan que las mujeres tenemos los mismos derechos. Y de esos, no hay muchos. De lo contrario, ¿en qué espejo van a mirarse los chicos? Solo unos minutos…

F: Está bien. Vamos allá.

Mientras tanto en el salón de la casa de los Joliot-Curie

C: ¡Pero a ti qué te pasa! ¿El móvil? ¿En serio?

M: Esto es un desastre, van a cancelar el ejercicio y nos abrirán un expediente. Jamás podré ser agente del tiempo. Creí que tenías claras las reglas.

R: No seáis dramáticas, se me ha olvidado. Ya os he dicho que estoy atacado.

C: Atacado no, atontado. Contrólate o la liamos parda.

(Irène y Frédéric entran en el salón)

F: Buenas tardes, soy Frédéric, encantado de saludaros.

M: Hola… tardes buenas… Marina… yo soy.

C: ¿Por qué hablas como Yoda?

F: ¿Cómo quién?

R: Es usted un espécimen de lo más singular.

F: Sí son peculiares.

I: Preguntaban cómo nos conocimos.

F: Yo era un admirador absoluto del trabajo de Marie Curie y fue un sueño que, gracias a la recomendación de Paul Langevin, Marie me contratase como asistente. Pero los inicios de la relación con Irène no fueron fáciles. Ella me enseñaba radiactividad y se desesperaba cuando no lo entendía bien. Y, ahora que no nos escucha, era un poco seca y mandona.  

I: Era discreta y me centraba en lo importante, enseñarte.

F: Ni siquiera me saludabas.

I: Ya sabes que tengo un problema con eso de los saludos, se me olvida. Y, bueno, tú no me caíste demasiado bien, me pareciste un guaperas que iba de donjuán.

C: Intuyo que no fue amor a primera vista…

F: No, más bien a sexta o séptima… ja ja ja… Pero empezamos a conversar durante largos paseos y nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común, compartíamos lo más importante, la forma de entender el mundo, el amor a la naturaleza, la lectura, el arte, los ideales… Yo vi en Irène una persona llena de felicidad y poesía.

M: Qué bonito.

I: Cada conversación, cada paseo me reafirmaba que era la persona con quien quería compartir mi vida. Cuando me pidió en matrimonio supe que casarnos era la evolución natural de nuestra relación.

R: Creo que Marie no lo vio así.

I: No, en absoluto. Mi madre no encajó bien la noticia. Temía que Frédéric quisiese aprovecharse del apellido Curie. No podía imaginarnos juntos, yo tan seria y él tan alegre. Además, yo siempre le había dicho que nunca me casaría. Viendo que estaba resuelta a casarme, trató de disuadirme e insistió para que llegásemos a un acuerdo que anulase la ley francesa, según la cual los maridos controlan las propiedades de sus esposas.

M: Frédéric, debió ser muy doloroso para usted.

F: Conviene puntualizar que lo que le inquietaba a Marie que pudiera heredar no era dinero sino algo tan importante y delicado como las substancias radiactivas del Instituto Curie. Me parece una preocupación comprensible.

I: Finalmente nos casamos el 26 de octubre de 1926… aunque mi madre te siguió presentando durante años como “el hombre que se casó con Irène”.

C: Qué fuerte me parece…

F: Sí, era un poco raro. Pero, aun así, siempre me recomendó lo mejor y yo seguí sus consejos cuando me insistió en que siguiese adelante con mis estudios mientras continuaba trabajando en el Instituto. Gracias a ella me licencié en la Sorbona y me doctoré en 1930.

M: ¿Pueden hablarnos del descubrimiento de la radiactividad artificial?

F: Irène os lo contará con todo detalle, yo tengo que retirarme. Por cierto, ¿de dónde sois?

M: ¿Ya?, qué lástima…

C: De España.

F: ¿España? Oh, siento mucho lo que pasasteis y cómo ha acabado todo.

R: Sí, fue duro estar encerrados sin poder salir, perder las libertades, tener al ejército en la calle haciendo controles… Ya sabe, la pandemia que sufrimos todos.

I: Sí, ya puedes decirlo. El fascismo es la peor de las pandemias. Durante la Guerra Civil Española yo era la primera Secretaria de Estado de Investigación y me sentí muy decepcionada de que el gobierno francés no ayudase al gobierno legítimo de la República. De hecho, eso terminó alejándonos del gobierno del Frente Popular. Frédéric ayudó extraoficialmente a los republicanos junto a otros colegas del mundo universitario y yo viajé en 1948 a Estados Unidos para recoger fondos para ayudar a los refugiados españoles que huían de la dictadura franquista.

F: Y fuiste detenida en la isla de Ellis. Espero que la dictadura de Franco acabe pronto y las científicas y científicos exiliados puedan volver a casa.

R: ¿A qué día estamos?

F: A 29 de noviembre. Andamos un poco despistados, ¿eh?

R: ¿Dé qué año?

F: Eso es más preocupante. ¿No sabes en qué año vives?

C: Se dio un golpe en la cabeza y nos dijeron que tendría algunas lagunas mentales.

I: Eso explica muchas cosas.

F: Vaya, espero que te recuperes pronto. Estamos a 1950.

R: Uff… Pues hay para rato…

F: ¿Cómo? Deberías mirarte bien lo del golpe. Chicos, me ha encantado conoceros. Espero que nos volvamos a encontrar.

M: Yo también. Cuídese mucho, mucho… sobre todo el hígado.

(Frédéric abandona la sala)

C: Vayamos al lío. ¿Cómo fue la investigación? ¿Cuándo fueron conscientes de la importancia de su descubrimiento?

I: Frédéric y yo nos sentimos atraídos por la radiación neutra y muy penetrante que habían detectado Walther Bothe y Herbert Becker al bombardear berilio con partículas alfa provenientes de una muestra de polonio. Como disponíamos de Polonio, repetimos los experimentos haciendo uso de una cámara de niebla. Me han dicho que tenéis nociones de radiactividad, pero no sé si la conocéis. Lo que permite es observar la trayectoria de las partículas cargadas: mediante un campo magnético creado por un electroimán, se curva la trayectoria de las partículas cargadas y esta puede verse gracias a que, al atravesar vapor de agua sobresaturado (“niebla”) el agua se condensa en su estela. Como la radiación de Bothe no dejaba estela y era capaz de atravesar todo lo que le habíamos puesto por delante, asumimos erróneamente que se trataba de radiación electromagnética de alta frecuencia. James Chadwick fue quien daría con la solución correcta, descubriendo la presencia del neutrón, lo que le valió un Nobel el mismo año que nosotros.

R: Qué rabia, ¿no? Debió de ser muy frustrante.

I: Bueno, piensa que nuestros experimentos y conclusiones erróneas llevaron a Chadwick a investigar más sobre ello y descubrir el neutrón. La ciencia está llena de equivocaciones y los errores de unos llevan a los logros de otros. Lo importante es el avance general de la ciencia y no tano quiénes son los protagonistas. Como rezan unos versos de R. Kipling «si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre / y tratar de la misma manera a los dos farsantes».

C: ¿Y qué pasó con el positrón?

M: ¿Y si mejor nos centramos en la radiactividad artificial?

I: Tranquila, no tengo ningún problema en reconocer nuestros errores. En los trabajos que llevamos a cabo con la cámara de niebla, observamos que algunos de los supuestos electrones producidos en el experimento se desviaban en sentido contrario. No nos dimos cuenta de que se trataba de un nuevo tipo de partícula como el electrón, pero con carga positiva que ya había sido propuesto en 1931, el positrón y que fue descubierto ese mismo año por Carl David Anderson.

R: En su caso es cierto lo de que a la tercera va la vencida.

I: No conocía esta expresión. Nosotros seguimos experimentando con el bombardeo con radiación de Bothe, los neutrones, y nos dimos cuenta de que al interponer en el haz elementos ligeros como el boro y el aluminio, seguía emitiéndose radiación después de dejar de bombardear. Al acercar un contador Geiger que mide si la radiactividad nos dimos cuenta de que los átomos diana se habían convertido en elementos radioactivos artificialmente.

M: Debió ser el momento más feliz de su vida.

I: Fue un gran momento. Especialmente porque pudimos compartirlo con mi madre que, aunque ya había muerto cuando nos otorgaron el Nobel en el 1935, fue consciente de lo que suponía ese hallazgo. Recuerdo que afirmó que habíamos vuelto “a los años gloriosos del viejo laboratorio” y habló con su editor para lanzar una nueva edición de su libro sobre la radiactividad que incluyese nuestro descubrimiento. Aunque el libro apareció de forma póstuma.

Pero ese no fue el mejor momento de mi vida. La investigación me ha permitido vivir grandes experiencias, pero los momentos más felices de mi vida siempre han sido aquellos que he compartido con mi familia.

C: Le confieso que, hablando con usted, ha cambiado mucho la percepción que tenía acerca de su carácter y su dedicación a la ciencia. Me la imaginaba encerrada en su laboratorio, sacrificada en cuerpo y alma a la investigación.

I: Estoy muy satisfecha con lo que hemos conseguido y creo que la ciencia mejora nuestras vidas, pero mi mejor experiencia vital ha sido ser madre y tanto Frédéric como yo, hemos tratado de pasar mucho tiempo con nuestros hijos. Después de nacer Hélène contraje tuberculosis y el médico me advirtió de que no tuviese otro hijo y disminuyese el ritmo de trabajo. Dos cosas que no estaba dispuesta a hacer. No iba a dejar que la tuberculosis me hiciera renunciar a lo que me hace sentir más completa, a ser investigadora y, por encima de todo, madre. Así que, a la semana siguiente, volví al laboratorio y cinco años más tarde di a luz a mi hijo Pierre. Y de encerrados nada, nos gusta practicar lo que llamamos ocio activo: nadar, jugar al tenis, hacer excursiones por la montaña…

M: Pero la tuberculosis volvió a hacer de las suyas.

I: Cierto, conviví con la tuberculosis durante 25 años en los que tenía que hacer paradas y estancias en el campo. En realidad, si no se hubiera descubierto la estreptomicina, de nuevo la ciencia al rescate, no habría sobrevivido al enésimo ataque que padecí hace dos años.

C: Antes comentaba que tanto usted como Frédéric ayudaron a los refugiados españoles. ¿Esta voluntad de compromiso y defensa de sus ideales la heredó de su madre?

I: Lo cierto es que mi personalidad se formó principalmente por mi abuelo Eugène y mis reacciones a las cuestiones políticas y a las religiosas provienen mucho más de él que de mi madre. Algunas cosas no las he hecho por gusto, sino porque creía que era importante hacerlas. Por ejemplo, a mi madre le rechazaron la entrada en la Académie des Sciences y decidió no volverse a presentar. En cambio, yo no siento ningún interés por entrar, pero me postulo siempre que puedo porque creo que es necesario y es justo que una mujer pueda entrar. De momento no ha habido suerte. Espero que algún día yo, u otra mujer, podamos ser admitidas.

R: Seguro que sí, no se desanime. ¿Se imagina que en unos años ingresara Marguerite Perey?

I: Ojalá, nuestra Marguerite. Lo merecería, sin lugar a duda, es una científica extraordinaria.  

M: Me entristece mucho, pero tenemos que ir acabando, ¿qué objetivos tiene para el futuro?

I: Dado que el primer ministro Georges Bidault nos ha destituido de nuestros cargos en la Comisión de Energía Atómica por nuestra ideología, nos concentraremos en la docencia y la investigación y seguiremos comprometidos con los movimientos pacifistas.

Personalmente, me gustaría diseñar un nuevo laboratorio en la Universidad d’Orsay para trabajar con aceleradores de partículas.

R: Seguro que lo logra.

I: Gracias por el exceso de optimismo.  

C: Gracias a usted por habernos abierto su casa.

I: Hasta la próxima.

(Marina, Carlota y Roberto abandonan la sala y se dirigen al punto de regreso… en silencio).

Acerca de Laura Morrón Ruiz de Gordejuela

Licenciada en Física por la Universidad de Barcelona y máster en Ingeniería y Gestión de las energías renovables por IL3. Tras desempeñar su labor profesional durante diez años en el campo de la protección radiológica, tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en Next Door Publishers, donde, como editora, puede aunar su pasión por la divulgación científica y los libros. Aparte de esta labor, desde 2013, ejerce de divulgadora científica en el blog «Los Mundos de Brana» —premiado en la VI edición del Concurso de Divulgación Científica del CPAN— y en las plataformas «Naukas» y «Hablando de Ciencia». Ha colaborado en los blogs «Cuentos Cuánticos» y «Desayuno con fotones» y en los podcasts de ciencia «La Buhardilla 2.0», «Crecer soñando ciencia» y «Pa ciència, la nostra». Es integrante del Grupo Especializado de Mujeres en la Física de la Real Sociedad Española de Física (GEMF), la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), El Legado de las Mujeres y la ADCMurcia. En 2015 fue galardonada con el premio Tesla de divulgación científica de «Naukas». Es autora del libro «A hombros de gigantas».
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2 respuestas a Misión: Entrevista a Irène Joliot-Curie

  1. Javier Castelo Torras dijo:

    ¡Genial! Mi más sincera felicitación

    Me gusta

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