Os invito a viajar a través de la historia. Iniciaremos nuestro recorrido visitando uno de los lugares en los que más me gusta perderme, una biblioteca. Pero no una cualquiera, la segunda biblioteca más célebre de la Antigüedad.
La biblioteca de Pérgamo fue fundada por el rey Atalo I, cuyo reinado se extendió desde el 241 y el 197 a.C. Su construcción respondía a la voluntad del monarca de convertir la capital en una nueva Atenas de Pericles. Su hijo, Eumenes II, fue el mayor mecenas e impulsor de la biblioteca logrando que compitiese en importancia con la gran biblioteca de Alejandría.
Llegó a conservar alrededor de 200 000 volúmenes, si bien algunas fuentes hablan de una cantidad menor y en otras esta asciende hasta 300 000. La propia rivalidad con la biblioteca alejandrina puede ser la causante de la imprecisión de esta cifra, que pudo ser reducida o aumentada según se desease otorgarle mayor o menor relevancia a la institución. Los estudios llevados a cabo en la escuela de Pérgamo abordaban una amplia diversidad de disciplinas: historia del arte, viajes y epigrafía, topografía, cronología, filosofía estoica y literatura.
Los conocimientos acerca de esta biblioteca provienen, principalmente, de la obra Historia Natural de Plinio el Viejo. Este escritor y viajero romano también fue quien atribuyó la invención del pergamino a la lucha por el dominio cultural entre Pérgamo y Alejandría. Según cuenta, Ptolomeo, rey de Egipto, decretó un embargo a la exportación de papiro y esto propició que surgiese el pergamino en la corte del rey Eumenes II. Por desgracia, esta historia aportada por Plinio el Viejo no encaja con la realidad, ya que se sabe que en el siglo V a. C. los griegos del Asia Menor ya escribían en ellos. Puede que la evidente relación entre el pergamino y Pérgamo provenga del hecho de que esta ciudad fue una gran productora y exportadora de este material. En cualquier caso, el pergamino, siendo más resistente y aprovechable que el papiro, le ganó la partida como soporte para la escritura.

Acrópolis de Pérgamo
Por lo que se refiere a la biblioteca de Pérgamo, su final fue propiciado por su mayor rival. Tal y como narra Plutarco en Vidas Paralelas, Marco Antonio mandó al Serapeo de Alejandría los volúmenes de la biblioteca de Pérgamo como recompensa por las pérdidas que había sufrido la biblioteca de Alejandría en el incendio del 47 a. C.
Del papiro al pergamino
Los libros de la biblioteca de Alejandría estaban hechos de papiro, una planta fibrosa que crecía en el delta del Nilo y en ciertas zonas de Etiopía, Siria, Palestina o Sicilia.
Los expertos, provistos de un punzón, abrían perpendicularmente la corteza triangular del tallo y extraían el líber en finas tiras de hasta 5 m de longitud. Después, una vez secas, las superponían por los bordes y las humedecían y golpeaban para conseguir una capa compacta y resistente. A esta primera capa, le añadían una segunda construida con el mismo procedimiento, con las tiras dispuestas de manera perpendicular. Como resultado, se formaba una banda flexible que se dejaba secar al sol y más tarde se pulía con piedra pómez, una concha de molusco o una pieza de marfil para uniformar su superficie. A cada uno de los extremos de la tira se pegaba una varilla de madera, marfil o hueso, denominada umbiculus, que permitía enrollar y desenrollar la banda. Una vez enrollada, se ataba con una cinta llamada lora y se colgaba en uno de sus extremos, una etiqueta con el título de la obra y el autor. El texto se plasmaba sobre la cara anterior del soporte, distribuyéndolo en columnas verticales que podían leerse de derecha a izquierda.
En Pérgamo, fuese por las dificultades en encontrar papiros o por la elección de un soporte más cómodo y duradero, se inclinaron por el uso de pieles de animal. Las más preciadas eran las de ternera, cabra, oveja o carnero, mientras que las de vaca y cerdo se consideraban demasiado gruesas. El pergamino se obtenía por maceración de la piel en cal y su posterior raspado, estirado, secado y pulido, hasta convertirla en una membrana lisa y translúcida. El componente básico del pergamino es el colágeno, además de la queratina, la elastina y una mínima cantidad de albúmina y globulinas. Su susceptibilidad al biodeterioro depende de la materia prima, del método de producción y del estado de conservación.
En presencia de aire, el pergamino parcialmente deteriorado puede ser atacado por microorganismos y perder sus propiedades originales, volviéndose duro y frágil. Además, el desarrollo microbiano puede provocar manchas de distinto color, pátinas blanquecinas y desvanecimientos de los textos escritos.
En su inicio los pergaminos se enrollaban como los papiros, cosiendo las piezas una a continuación de la otra, pero con el tiempo, por practicidad, se optó por cortarlos en forma de hojas rectangulares que se podían plegar para obtener cuadernillos. Estos se cosían entre sí y se protegían con una cubierta de madera o piel reforzada formando lo que se conocía como códice.
Por tanto, este tipo de volúmenes ya contenían lo que pasaría a ser una parte fundamental del libro: la página, que en el futuro se numeraría posibilitando la realización de índices. La portabilidad y facilidad de escritura del nuevo soporte le proporcionó un gran éxito y permitió que en Roma se reprodujeran obras literarias y traducciones de autores griegos.
El palimpsesto
Como ya se he apuntado, el pergamino constituía un mejor soporte que el papiro. Permitía la escritura por las dos caras, doblando la cantidad de espacio disponible, y, lo que todavía resultaba más interesante: se podía borrar la primera escritura (escritura inferior o scriptio inferior) mediante lavado o raspado y utilizarse de nuevo (escritura superior o scriptio superior). El lapso de tiempo entre ambas copias, así como la disposición de la segunda escritura varía en gran medida de un manuscrito a otro.
A los códices escritos sobre folios de pergamino cuya primera escritura ha sido eliminada, se los conoce como palimpsestos. Aunque también denominamos palimpsesto a un manuscrito que transmite solo algunos cuadernillos o unos simples folios. Esta variedad tipológica dificulta la elaboración de un censo completo de palimpsestos grecolatinos.
Esta antigua práctica de reciclado se practicaba con frecuencia dado lo costoso y escaso que era el pergamino y nos ha permitido recuperar grandes obras perdidas.
Las increíbles aventuras del Palimpsesto de Arquímedes
Arquímedes fue considerado uno de los pensadores más importantes de la antigüedad clásica. Sus aportaciones en los campos de la física y las matemáticas han dejado un legado de gran importancia para el avance de la ciencia. Supo unir la lógica matemática a la experimentación, por lo que puede considerársele precursor de Galileo.
El Palimpsesto de Arquímedes es un libro del siglo XIII en el que se descubrieron nuevas obras del matemático de Siracusa. Está formado por 174 páginas de pergamino, con tapas de madera. En su interior se plasma el paso del tiempo y todas las vicisitudes a las que tuvo que hacer frente. El palimpsesto fue víctima de la cera, del pegamento, del fuego y de un hongo morado que, allí donde actuó, se comió el colágeno y acabó con el texto de Arquímedes. Es un gran superviviente que nos ha permitido recuperar un texto fundamental para el estudio de la historia de las Matemáticas.
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