Los Estudios de Género y Ciencia introdujeron el género como categoría analítica a la hora de estudiar todos los factores que influyen en la actividad científica y pusieron de manifiesto como la ciencia occidental se ha visto condicionada por el eurocentrismo, el racismo, el heterosexismo y el androcentrismo. Este último, cuya raíz proviene del griego andros (hombre) sitúa al hombre como medida y patrón de todas las cosas. Lo coloca en el centro del Universo como representante de toda la humanidad omitiendo la existencia y la mirada de las mujeres. Convierte a la ciencia, pretendidamente objetiva y neutra, en una ciencia que no ha tenido en cuenta a la mitad de la humanidad en su construcción y producción.
Las nuevas tecnologías, a pesar de ser “nuevas”, cuentan con sesgos androcéntricos que afectan a su diseño, producción y uso. Lo que ha logrado la labor histórica de muchas personas por mejorar la situación de las mujeres en la ciencia, ha sido que los sesgos se hayan detectado más pronto que en otras áreas de la ciencia cuyo origen es mucho más antiguo.
Existe una infrarrepresentación de mujeres trabajando en el campo de las TIC y las que lo hacen tienen peores condiciones laborales que los hombres que están en su misma posición y no ocupan puestos decisorios ni espacios de participación social y política digital. Estas condiciones no facilitan su permanencia en este campo, ni la posibilidad de poder cambiarlo. Si queremos revertir la crisis de vocaciones femeninas existente en las carreras relacionadas con las TIC, debemos mejorar la situación de quienes ya están dentro. Las jóvenes no se sienten atraídas por el modelo del geek y necesitan referentes vivas*, cercanas, que puedan presentarles un área atractiva y acogedora. Incluso aquellas que se sienten atraídas por los aspectos más lúdicos de las TIC, como los videojuegos, se encuentran con ambientes tóxicos que las ningunean.
La falta de desarrolladoras, el desconocimiento (por parte de ellas y ellos) de los sesgos androcéntricos que se pueden cometer y las bases de datos distorsionadas por la carencia de diversidad condicionan los algoritmos de las inteligencias artificiales que intervienen en nuestro día a día. Y que todavía lo harán más.
Por lo que respecta a las usuarias, existe un menor acceso a las infraestructuras y herramientas digitales por parte de las mujeres. Esto reduce su accesibilidad al mercado de trabajo y su papel de público activo que detecta problemas y propone cambios.
Si los Estudios de Género y Ciencia nos han permitido detectar los sesgos con mayor rapidez, es importante tenerlos en cuenta y emprender las acciones necesarias para cambiar las cosas.
*Afortunadamente, una parte de la prensa científica y tecnológica cada vez tiene más en cuenta la importancia de ampliar la mirada a la hora de entrevistar a referentes en la inteligencia artificial y cada vez aparecen más mujeres. Así que, desde la minúscula aportación que puedo hacer yo, voy a tuitear a estas científicas y tecnólogas con la etiqueta #GigantAsDeLaIA para contribuir en lo posible en darles más visibilidad.
Esta es una tarea de la asignatura Ciencia y género que imparte María M. Álvarez Lires en el Máster de Cultura Científica de la UPNA y la UPV/EHU.